A MARTHA HERRERA
Por Javier Grajales Quintero
Con acento febril
llegaste en una mañana aciaga.
Los niños con su tierna alegría
entraban a clase con ánimo.
Te escucharon cual saeta
hiende el corazón del sabio.
Todo fue alegría en el recinto...
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A MARTHA HERRERA
Por Javier Grajales Quintero
Con acento febril
llegaste en una mañana aciaga.
Los niños con su tierna alegría
entraban a clase con ánimo.
Te escucharon cual saeta
hiende el corazón del sabio.
Todo fue alegría en el recinto sagrado.
Los actos culturales la vieron sonreír,
los animosos estudiantes
levantados en olas
dieron testimonio de su dinámico vivir.
El amor, la sonrisa oportuna,
el good morning students,
fueron la constante de su ir y venir.
Pero el pasar de la vida es inexorable,
las enfermedades acechan sin perdón,
asi te fue extinguiendo
como la gota taladra la piedra
del halero de la casa
la maligna enfermedad.
Hoy solo queda el recuerdo,
las imágenes vivas de una compañera
que ofrendó su juventud en bien de la patria,
su familia y con espíritu festivo alimentó
la pedagogía de los nuevos tiempos.
Gracias por su silencio
frase clave de tu oficio.
En los estrados profundos
de los enmarañados y fríos salones
retumba
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