Lunes, 12 de febrero Alucinante. Es la única palabra que me vino a la mente al terminar la clase. Nunca en mi vida había vivido algo similar a lo largo de todas mis etapas como estudiante. Fue una mezcla de sentimientos como interés, asombro, inquietud e...
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Lunes, 12 de febrero Alucinante. Es la única palabra que me vino a la mente al terminar la clase. Nunca en mi vida había vivido algo similar a lo largo de todas mis etapas como estudiante. Fue una mezcla de sentimientos como interés, asombro, inquietud e incluso frustración al ver como el profesor manejaba el hilo de la clase a su antojo con unas simples amenazas como la prohibición de los móviles en el aula, la obligatoriedad de asistir a todas las clases, y estar bien atentos porque cualquier cosa podía perjudicar a nuestra nota. La clase de presentación nos sirvió a la mayoría de los alumnos, en los que yo me incluyo, a darnos cuenta de que hoy en día y por desgracia, cada vez más, se le da importancia únicamente a la nota. Y Alberto nos ayudó a comprender que la nota sólo es un número insignificante que te cataloga por la habilidad que tienes de memorizar y vomitar todo ello en un examen que sólo mide los contenidos y que deja de lado aspectos tan importantes como la creatividad y
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