Rudyard Kipling El libro de la selva Los hermanos de Mowgli Mang, ese ciego con alas, suelta las bridas de la noche. Rann es su amigo, en él cabalga. Duermen las vacas sueños torpes. Los corderos tiemblan, balan, y tras la puerta se esconden. Somos dueños...
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Rudyard Kipling El libro de la selva Los hermanos de Mowgli Mang, ese ciego con alas, suelta las bridas de la noche. Rann es su amigo, en él cabalga. Duermen las vacas sueños torpes. Los corderos tiemblan, balan, y tras la puerta se esconden. Somos dueños hasta el alba. Queremos siempre ser libres, fuerza, pasión desatada. Que abunde siempre la caza. Será así, si en la Ley vives. LAS COLINAS DE SEEONEE PARECÍAN UN horno. Padre Lobo, que había pasado todo el día durmiendo, se despertó. Se rascó, bostezó y fue estirando una tras otra las patas. Quería desprenderse de todo el sopor y la rigidez que se había acumulado en ellas. Madre Loba estaba echada. Su cabeza gris repo- saba, en señal de cariño y protección, sobre los lobatos, cuatro animalitos indefensos y chillones. La Luna brillaba en todo su esplendor nocturno fuera de la cueva. ––¡Ahuugr! ––sentenció Padre Lobo––. Es hora de salir de caza ––y ya estaba a punto de lanzarse pendiente abajo, cuando se presentó a la entrada de la cuev
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