Microrrelato
El vagón avanzaba demasiado lento para su prisa y se temía que hoy, llegaría tarde al trabajo. Conforme ascendía por la boca de metro, se cubrió la cabeza con el diario. La primera lluvia de otoño salpicaba los dibujos de tiza de los artistas...
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Microrrelato
El vagón avanzaba demasiado lento para su prisa y se temía que hoy, llegaría tarde al trabajo. Conforme ascendía por la boca de metro, se cubrió la cabeza con el diario. La primera lluvia de otoño salpicaba los dibujos de tiza de los artistas callejeros que usaban el hormigón como lienzo, convirtiéndolos en garabatos sin sentido y tiñendo el agua calle abajo. Un olor a café y ciudad mojada le hicieron recordar que el verano quedaba lejos. La estanquera le miró sorprendida al verlo pasar a esa hora calle arriba. Se saludaron con un gesto y un simple sonido. Aún a sabiendas de que nadie le reprocharía nada, era responsable y metódico, ocupando cada mañana su mesa a la misma hora. Reconoció la puerta, entró y conectó el ordenador. Mientras se encendía, subió a su dormitorio y se cambió de ropa. Estaba empapado.
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