Al hablar de mi casa, no nos referimos a unas cuatro paredes, una puerta y un par de ventanas; estamos dialogando de un lugar que encierra la historia de dos de mis generaciones y que es un poco más que tapia pisada. Nació hace más de ocho décadas, pero mis...
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Al hablar de mi casa, no nos referimos a unas cuatro paredes, una puerta y un par de ventanas; estamos dialogando de un lugar que encierra la historia de dos de mis generaciones y que es un poco más que tapia pisada. Nació hace más de ocho décadas, pero mis abuelos fueron a parar allí en el año 1972 después de salir de la ciudad de Cúcuta por causas de fuerza mayor, es decir, la enfermedad de mi abuela Ofelia, y por las posibilidades de encontrar una cura en Bucaramanga. Su frente está pintado a dos tonos: azul claro y oscuro que le dan una imagen y aspecto tranquilo. En la mitad del frente se encuentra una puerta en acero inoxidable, color blanco, de dos metros de altura y un metro de ancho, y con dos árboles florales a cada lado. También hay un ante-jardín donde jugábamos ponchados y fútbol con mis primos. La casa mide diez metros de ancho con veintiséis metros de largo. En su interior se encuentran cinco alcobas, dos baños y una cocina rústica. Las alcobas son amplias; y tienen cada
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