ESPANTOS DE AGOSTO
Gabriel García Márquez
Llegamos a Arezzo un poco antes del mediodía, y perdimos más de dos horas buscando el castillo
renacentista que el venezolano Miguel Otero Silva había comprado en aquel recodo idílico de la campiña
toscana. Era un...
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ESPANTOS DE AGOSTO
Gabriel García Márquez
Llegamos a Arezzo un poco antes del mediodía, y perdimos más de dos horas buscando el castillo
renacentista que el venezolano Miguel Otero Silva había comprado en aquel recodo idílico de la campiña
toscana. Era un domingo de principios de agosto, ardiente y bullicioso, y no era fácil encontrar a alguien
que supiera algo en las calles abarrotadas de turistas. Al cabo de muchas tentativas inútiles volvimos al
automóvil, abandonamos la ciudad por un sendero de cipreses sin indicaciones viales, y una vieja pastora
de gansos nos indicó con precisión dónde estaba el castillo. Antes de despedirse nos preguntó si
pensábamos dormir allí, y le contestamos, como lo teníamos previsto, que solo íbamos a almorzar.
- Menos mal -dijo ella- porque en esa casa espantan.
Mi esposa y yo, que no creemos en aparecidos del mediodía, nos burlamos de su credulidad. Pero
nuestros hijos, de nueve y siete años, se pusieron dichosos con la idea de conocer un fantasma de cu
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