La población carcelaria está compuesta en general por gente muy joven, grandes o pequeños
delincuentes en la flor de la vida, que en su inmensa mayoría deben a la droga el haber sido
devorado por el Código Penal. De hecho, si la droga se legalizara, las...
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La población carcelaria está compuesta en general por gente muy joven, grandes o pequeños
delincuentes en la flor de la vida, que en su inmensa mayoría deben a la droga el haber sido
devorado por el Código Penal. De hecho, si la droga se legalizara, las cárceles, hoy abarrotadas,
quedarían prácticamente vacías y podrían convertirse en parques infantiles, en bibliotecas
públicas, en auditorios o en casas de cultura, pero en todo caso habría que dejar algún centro
penitenciario como residencia de ancianos, destinada a esos distinguidos caballeros, casi de la
tercera edad, que deberían ser sus inquilinos naturales, políticos corruptos, ladrones financieros,
carcamales muy refinados, que han atracado bancos desde sus propios despachos. En cierta
ocasión, en la cárcel de Tenerife, después de un recuento vi entrar en el comedor la larga reata
de presos en chándal y bambas, casi todos chavales capturados por la droga. Paradójicamente el
último de la fila era un sesentón, muy bien vestido, qui
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