MEMORIAS DE ALFONSO
Corrían los 60 y, mientras unos tarareaban las recién estrenadas canciones de The
Beatles, otros se habían ido a Chile a disfrutar del mejor fútbol mundial.
Aunque era una época, ciertamente, agitada yo estaba, muy lejos de todo...
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MEMORIAS DE ALFONSO
Corrían los 60 y, mientras unos tarareaban las recién estrenadas canciones de The
Beatles, otros se habían ido a Chile a disfrutar del mejor fútbol mundial.
Aunque era una época, ciertamente, agitada yo estaba, muy lejos de todo aquello,
solamente pendiente de una cuestión: nacer.
Mis estructuras habían ido formándose poco a poco, sólidas y fuertes, capaces de resistir
durante años sin achaques graves.
Mes a mes me hacía más grande, más firme…
Primero, la forma, después, las grandes divisiones, bocetos generales, luego, los
detalles…
Llegado un momento en que mi tamaño fue suficientemente grande, pensaron en
ponerme nombre.
Pocos saben por qué decidieron ponerme Alfonso.
Mi madre, en un alarde de sinceridad
me lo contó una tarde, cuando tan solo era un niño:
- Verás, hijo, cuando yo era más joven, mucho más joven, tenía un amigo muy bueno, un
señor que se llamaba Alfonso y que era muy, muy, muy importante.
Alfonso me había
dado algo que me hizo ser más importa
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