“AQUELLA PEQUEÑA NIÑA”
Era una calurosa mañana de principios de septiembre.
Un día de varano y un cielo sin
nubes.
El recuerdo de lo que llevaba aquel día persiste aún en mi memoria: aquellos
pantalones grises, mis favoritos, ésos que ahora andan perdidos...
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“AQUELLA PEQUEÑA NIÑA”
Era una calurosa mañana de principios de septiembre.
Un día de varano y un cielo sin
nubes.
El recuerdo de lo que llevaba aquel día persiste aún en mi memoria: aquellos
pantalones grises, mis favoritos, ésos que ahora andan perdidos en algún recóndito lugar
de mi armario, una blusa blanca de algodón y unas viejas zapatillas azules.
El profesor nos llevó a nuestra clase.
Era bastante luminosa y no demasiado grande.
Recuerdo que las paredes estaban pintadas de un amarillo limón y numerosas sillas y
mesas, de color verde, ocupaban la habitación.
De las ventanas pendían viejas y
harapientas cortinas que, cómo sabríamos meses después, no durarían la mayor parte del
curso.
Me dirigí al que sería mi nuevo sitio.
Cuando me hube sentado, giré mi cabeza hacia
mis compañeros y examiné sus rostros.
Algunos parecían emocionados, otros hablaban
en voz muy alta y otros parecían querer esconderse debajo de la mesa.
No conocía a la
mayoría de ellos, aunque algunas caras
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