JUANA Y SERGIO
Érase una vez, en un lugar de Andalucía, de cuyo
nombre no suelo acordarme, existía un pueblecito en el
que vivían pocas personas para los metros cuadrados de
extensión que había. Al adentrarse en el pueblo, podía
distinguirse con facilidad...
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JUANA Y SERGIO
Érase una vez, en un lugar de Andalucía, de cuyo
nombre no suelo acordarme, existía un pueblecito en el
que vivían pocas personas para los metros cuadrados de
extensión que había. Al adentrarse en el pueblo, podía
distinguirse con facilidad la correspondiente iglesia, la
tienda de ultramarinos, la plaza con la fuente y muchas
casas de adobe y madera, que estaban abandonadas por su gran antigüedad. Entre todas
las casas había una que se destacaba de las otras. Ésta estaba hecha de cemento y era
de color blanco, para que el calor del duro verano no se adentrase en ella. Era como una
paloma en medio de una bandada de viejos patos. En esta casa vivían, al contrario de lo
que se podía pensar, la familia más pobre de todo el pueblo. Si no fuesen pobres se les
podía considerar como una familia de pueblo corriente, con un padre en la finca, la madre
en casa fregando y barriendo, una hija trabajando en labores de cocina y un hijo que "se
está tocando las narices" sentado en el si
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