Anochecer de un día agitado
Me llamo Eugenia Ortiz.
La semana próxima voy a cumplir 65 años.
Nací en Buenos Aires en 1809.
Por aquella época era común que los niños que
pertenecíamos a familias donde no faltaba el dinero fuéramos criados por
esclavas...
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Anochecer de un día agitado
Me llamo Eugenia Ortiz.
La semana próxima voy a cumplir 65 años.
Nací en Buenos Aires en 1809.
Por aquella época era común que los niños que
pertenecíamos a familias donde no faltaba el dinero fuéramos criados por
esclavas negras.
Eran nuestras amas de leche y los médicos las recomendaban
como las mejores nodrizas.
La mía se llamaba Clementina, ¡y yo la adoraba!
En las tardes de verano, cuando el calor se hacía insoportable y todos dormían la
siesta,
nosotras nos sentábamos debajo del limonero.
Nadie como ella sabía explicarme todo tan bien.
(…)
Este es uno de los primeros recuerdos que tengo de mis charlas con la tía Cleme.
Fue algunos años después de la Revolución de Mayo En el reloj había sonado la
hora fatal: la de ir a la cama.
¿A qué niño le gusta ir a la cama? Mi tatita acababa
de darme la bendición cuando, al pasar al lado de mi madre, pude ver que
todavía tenía los ojos enrojecidos por el llanto de esa tarde.
Entonces, mientras
me zambullí
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