Estaba hablando mi amigo Mel McGinnis.
-Mel McGinnis es
cardiólogo, y eso le da a veces derecho a hacerlo.
Estábamos los
cuatro sentados a la mesa de la cocina de su casa, bebiendo
ginebra.
El sol, que entraba por el ventanal de detrás del
fregadero,...
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Estaba hablando mi amigo Mel McGinnis.
-Mel McGinnis es
cardiólogo, y eso le da a veces derecho a hacerlo.
Estábamos los
cuatro sentados a la mesa de la cocina de su casa, bebiendo
ginebra.
El sol, que entraba por el ventanal de detrás del
fregadero, inundaba la cocina.
Estábamos Mel y yo y su segunda
mujer, Teresa –la llamábamos Terri- y Laura, mi mujer.
Entonces
vivíamos en Alburquerque.
Pero todos éramos de otra parte.
Había un cubo con hielo encima de la mesa.
La ginebra y
la tónica circulaban sin parar, y surgió no sé cómo el tema del
amor.
Mel opinaba que el verdadero amor no era otra cosa que el
amor espiritual.
Dijo que se había pasado cinco años en un
seminario antes de salirse para estudiar medicina.
Dijo que aún
recordaba aquellos años del seminario como los más importantes
de su vida.
Terri dijo que el hombre con quien vivía antes de vivir con
Mel la quería tanto que había intentado matarla.
Luego continuó:
-Una noche me dio una paliza.
Me arrastró por toda la
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