COPITO DE CANELA
Aquel 20 de julio de 1810 fue un día memorable también para copito de
canela.
Copito era un copetón, un lindo copetón bogotano, criatura
inadvertida para todos, memos para Josefita-la anciana vendedora de
panderos- que habitaba en un...
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COPITO DE CANELA
Aquel 20 de julio de 1810 fue un día memorable también para copito de
canela.
Copito era un copetón, un lindo copetón bogotano, criatura
inadvertida para todos, memos para Josefita-la anciana vendedora de
panderos- que habitaba en un humilde cuarto vecino a la catedral.
La viejecita quería maternalmente a copito y cuidaba de él como si fuese
un niño.
El copetón llegaba todos los días a su puerta, seguro de encontrar
la ración de “peguita” de arroz y bastantes migajas de pandero, que para él
y solo para él regaba en el umbral del cuarto de la buena mujer.
Dando agiles y nerviosos saltos picaba aquí y allí, mientras la anciana lo
amonestaba con ternura:
- Cuidado hijo con dañarse el pico.
Nadie le va a quitar su desayuno…
El copetón clavaba en ella sus vivaces y diminutos ojos, como si quisiera
decir:
- Pierde cuidado Josefita: te prometo no hacerme daño-.
Y la viejecita adelgazando la voz hasta el límite de la ternura repetía:
- No me contradigas picaron; tus ojos
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