EL MEJOR CUENTO
Hasta ese día sábado, otoño de mil novecientos cincuenta, el viento soplaba con furia,
como solo lo hace en la estepa patagónica.
Se esperaba que para el día domingo
amainara su ímpetu y permitiera realizar el esperado partido de fútbol...
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EL MEJOR CUENTO
Hasta ese día sábado, otoño de mil novecientos cincuenta, el viento soplaba con furia,
como solo lo hace en la estepa patagónica.
Se esperaba que para el día domingo
amainara su ímpetu y permitiera realizar el esperado partido de fútbol entre el equipo
local y el equipo del pueblo vecino.
Este partido se realizaba todos los años en esa
época, dentro del marco de festejos de conmemoración de la fundación del club
deportivo, por un pequeño grupo de colonos por allá por el año mil novecientos treinta
y tantos.
Alito, de ocho o nueve años, era un niño alegre, conocido y querido por todo el pueblo
por su amabilidad, simpatía y entusiasmo deportivo.
Donde había una pelota, fuera
ésta de goma, cuero o trapo; donde había un partido o un “picado”, allí estaba él.
No
importando si fueran niños chicos o grandes los que jugaban, incluso adultos.
Era
seguro verlo siempre donde hubiera un encuentro, jugando en el arco, fuera este de
tres palos o de dos montoncitos de piedras.
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