Díaz de Tuesta
A
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Resultaba inaudito pensar que el verano, el maravilloso
verano de largos días de sol sin obligaciones, había terminado.
Al día siguiente, Sarah Aldama tenía que madrugar para ir al
colegio.
Un nuevo curso larguísimo se extendía...
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Díaz de Tuesta
A
1
Resultaba inaudito pensar que el verano, el maravilloso
verano de largos días de sol sin obligaciones, había terminado.
Al día siguiente, Sarah Aldama tenía que madrugar para ir al
colegio.
Un nuevo curso larguísimo se extendía ante ella.
No era
que no le gustase estudiar.
Al contrario, aprender siempre le
había parecido divertido y sumamente útil, pero, claro, prefería
pasar el tiempo en la playa construyendo castillos de arena y
recogiendo conchas con su padre y con Jorge en vez de
madrugar para permanecer horas y horas atada a su pupitre.
Además, en su mente, el colegio siempre estaba relacionado
con el invierno.
Si algo no le gustaba a Sarah, era el frío,
aunque, como decía su madre, ella había llegado al mundo en
medio de una intensa nevada.
Quizá fuera por eso.
Tampoco le gustaba especialmente que le dieran pataditas
bajo la mesa, como estaba haciendo Jorge en ese momento.
Sarah lo miró con el ceño fruncido, y él le sacó dis
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