Preludio y fuga.
E R Escobar.
El musgo cubría como un sutil velo el camino del callejón.
Antes de continuar su paseo matinal, miró
con curiosidad el café abandonado, parecía en ese momento extraño y desconocido.
El lugar era frío y
sombreado.
Algunos...
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Preludio y fuga.
E R Escobar.
El musgo cubría como un sutil velo el camino del callejón.
Antes de continuar su paseo matinal, miró
con curiosidad el café abandonado, parecía en ese momento extraño y desconocido.
El lugar era frío y
sombreado.
Algunos curiosos miraban el la lejanía, pero nadie pasaba por allí, preferían rodear por
las calles contiguas.
Cordelia, en cambio, aspiraba el triste aroma; café, humedad y un amor perdido.
Ella creía en el fondo de sus pensamientos, que amaba a alguien, eran recuerdos difusos.
Tal vez el
insomnio y las constantes lecturas, habían trastornado su percepción de la realidad.
Entre los espacios caprichosos de las hojas, se filtraba la luz.
Arremetía contra sus recuerdos,
despedazándolos en destellos opacos.
De la copa del roble, escurrían gotas de rocío sobre Cordelia.
Su
mirada taciturna se postró en el vitral de la puerta, con ansias de memorizar cada detalle.
La fachada
estaba adornada con varios herrajes desgastados, y a un costado p
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