Un gran maestro y un guardián compartían la administración de un monasterio zen.
Cierto día el guardián murió, y había que sustituirlo.
El gran maestro reunió a todos sus discípulos para escoger a quien
tendría ese honor.
“Voy a presentarles un problema...
More
Un gran maestro y un guardián compartían la administración de un monasterio zen.
Cierto día el guardián murió, y había que sustituirlo.
El gran maestro reunió a todos sus discípulos para escoger a quien
tendría ese honor.
“Voy a presentarles un problema —dijo—.
Aquel que lo resuelva primero será el nuevo
guardián del templo”.
Trajo al centro de la sala un banco, puso sobre este un enorme y hermoso florero de porcelana con una
hermosa rosa roja y señaló: “Este es el problema”.
Los discípulos contemplaban perplejos lo que veían: los diseños sofisticados y raros de la porcelana, la
frescura y elegancia de la flor.
.
.
¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál era el enigma? Todos estaban paralizados.
Después de algunos minutos, un alumno se levantó, miró al maestro y a los demás discípulos, caminó hacia el florero con determinación y lo tiró al suelo.
“Usted es el nuevo guardián —le dijo el gran maestro, y explicó—: Yo fui muy claro, les dije que estaban
delante de un problema
Less