LA LLORONA
En las altas horas de la noche, cuando todo parece dormido y sólo se escuchan
los gritos rudos con que los boyeros avivan la marcha lenta de sus animales, dicen
los campesinos que allá, por el río, alejándose y acercándose con intervalos,...
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LA LLORONA
En las altas horas de la noche, cuando todo parece dormido y sólo se escuchan
los gritos rudos con que los boyeros avivan la marcha lenta de sus animales, dicen
los campesinos que allá, por el río, alejándose y acercándose con intervalos,
deteniéndose en los frescos remansos que sirven de aguada a los bueyes y
caballos de las cercanías, una voz lastimera llama la atención de los viajeros.
Es una voz de mujer que solloza, que vaga por las márgenes del río buscando
algo, algo que ha perdido y que no hallará jamás.
Atemoriza a los chicuelos que
han oído, contada por los labios marchitos de la abuela, la historia enternecedora
de aquella mujer que vive en los potreros, interrumpiendo el silencio de la noche
con su gemido eterno.
Era una pobre campesina cuya adolescencia se había deslizado en medio de la
tranquilidad escuchando con agrado los pajarillos que se columpiaban alegres en
las ramas de los higuerones.
Abandonaba su lecho cuando el canto del gallo
anunciaba la aurora
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