APÓLOGO
Brahma se mecía satisfecho sobre el cáliz de una gigantesca flor de loto que flotaba sobre el haz
de las aguas sin nombre.
La Maija fecunda y luminosa envolvía sus cuatro cabezas como con un velo dorado.
El éter encendido palpitaba en torno a las...
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APÓLOGO
Brahma se mecía satisfecho sobre el cáliz de una gigantesca flor de loto que flotaba sobre el haz
de las aguas sin nombre.
La Maija fecunda y luminosa envolvía sus cuatro cabezas como con un velo dorado.
El éter encendido palpitaba en torno a las magníficas creaciones, misterioso producto del
consorcio de las dos potencias místicas.
Brahma había deseado el cielo, y el cielo salió del abismo del caos con sus siete círculos y
semejante a una espiral inmensa.
Había deseado mundos que girasen en torno a su frente, y los mundos comenzaron a voltear en
el vacío como una ronda de llamas.
Había deseado espíritus que le glorificasen, y los espíritus, como una savia divina y
vivificadora, comenzaron a circular en el seno de los principios elementales.
Unos chispearon con el fuego, otros giraron con el aire, exhalaron suspiros en el agua o
estremecieron la tierra, internándose en sus profundas simas.
Visnú, la potencia conservadora dilatándose alrededor de todo lo creado, lo envolv
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