Lo habían traído de madrugada.
Y ahora ya entrada la mañana
él seguía todavía allí, amarrado a un horcón, esperando.
No
podía estar quieto.
Había hecho el intento de dormir un rato
para apaciguarse, pero el sueño se le había ido.
También se le
había ido...
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Lo habían traído de madrugada.
Y ahora ya entrada la mañana
él seguía todavía allí, amarrado a un horcón, esperando.
No
podía estar quieto.
Había hecho el intento de dormir un rato
para apaciguarse, pero el sueño se le había ido.
También se le
había ido el hambre.
No tenía ganas de hacer nada.
Solo de
vivir.
Quien le iba a decir que volvería aquel asunto tan viejo,
tan rancio, tan desterrado como creía que estaba.
Aquel asunto
de cuando tuvo que matar a don Lupe.
No nada más por nomas
como quisieron hacerle ver los de Alima, sino porque tuvo sus
razones.
Él se acordaba.
Don Lupe Terreros el dueño de la Puerta de Piedra, para más
señas; su compadre.
Al que él, Juvencio Nava, tuvo que matar
por eso; por ser el dueño de la Puerta de Piedra y que, siendo
también su compadre, le negó el pasto para sus animales.
Primero se aguantó por puro compromiso.
Pero después,
cuando la sequía, en que vio cómo se le morían uno tras otro
sus animales hostigados por el hambre y que su compad
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