Lee el siguiente texto
No podía creerlo, por fin tenía delante de mí ese trocito de
papel con el que semana tras semana, desde hace ya 5 años,
soñaba.
6 aciertos, 6.
¿Cuánto dinero me correspondería?, lo menos
un millón o dos de euros.
¿Qué haría?...
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No podía creerlo, por fin tenía delante de mí ese trocito de
papel con el que semana tras semana, desde hace ya 5 años,
soñaba.
6 aciertos, 6.
¿Cuánto dinero me correspondería?, lo menos
un millón o dos de euros.
¿Qué haría?
Inmerso en mis planes de futuro y sus consiguientes repartos,
caí en la cuenta de que quizás debería de mantenerlo en silencio.
Sólo se lo contaría a mi hija Carmen y a mi sobrino Antonio, el
abogado.
De repente, sonó el teléfono, mi corazón se aceleró.
Tras
unos segundos contesté, era mi sobrino; al parecer tenía una
notificación de Hacienda para declarar sobre unas fincas de mis
abuelos.
La verdad es que no me preocupó; ahora tenía de sobra para
pagar posibles multas o impuestos.
Seguí pensando en los repartos
que haría: a Carmen le compraré un piso, eso de vivir de alquiler
teniendo hijos no es serio; a Antonio le regalaré ese coche ante el
que siempre suspira y ¿a mis nietos?
A Carlos que ya es un muchachito de 15 años, un ordenad
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