perfectamente por qué mi madre tampoco me dijo nada.
Porque tu, padre de
mis entrañas, la hacías callar la boca a base de bofetadas y correazos.
Aún me acuerdo siendo mis hermanas y yo unos niños, el día que castigaste
a una de mis hermanas y a mi,...
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perfectamente por qué mi madre tampoco me dijo nada.
Porque tu, padre de
mis entrañas, la hacías callar la boca a base de bofetadas y correazos.
Aún me acuerdo siendo mis hermanas y yo unos niños, el día que castigaste
a una de mis hermanas y a mi, encerrándome en la cuadra de la casa del
pueblo, por llegar tarde del colegio y no fueron bastantes tus correazos que
además, nos dejaste sin comer.
Menos mal, que cuando tu te marchas a buscar
tu colocón, mi santa madre nos llevaba un plato de habichuelas, el cual
teníamos que engullir soportando el pestazo de dicho pesebre.
Y como dejar de lado aquél día que nos fuimos a comer al campo y extendiste
una manta para sentarte y apoyar tu baso de vino.
Perdóname por haber tirado
en un juego de niños el remedio que curaba tus emociones, las cuales, caben
en un baso y que te daba mas vida que la de tu esposa y hijos.
Que recuerdos, que tiempos aquellos, tiempos en que teníamos que salir
corriendo para ocultarnos de ti.
Aquellos maravilloso
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