La cara de la fortaleza
Si hubiera nacido en Esparta, el monte Taigeto hubiera sido su destino.
Pero no,
Antonio Cactonio Fraza, un chico que nació con una pierna menos no tenía ni la
mínima idea de lo que, en un futuro cercano, le esperaba.
Antonio vivió...
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La cara de la fortaleza
Si hubiera nacido en Esparta, el monte Taigeto hubiera sido su destino.
Pero no,
Antonio Cactonio Fraza, un chico que nació con una pierna menos no tenía ni la
mínima idea de lo que, en un futuro cercano, le esperaba.
Antonio vivió sus primeros tres años en el distrito de San Martín de Porres, en una casa
privada de comodidades, con un solo cuarto, en el que él y su madre Olga, vivían el día
y la noche.
Ella salía todas las mañanas a vender pan en una esquina, mientras que
Antonio iba al nido.
El pobre Antonio era víctima de burlas y bromas.
Pero como su madre le había
enseñado a ignorar, él no les daba mayor importancia.
Después de un largo y
estresante día, llegaba su parte favorita: nadar en la piscina municipal.
El no tener
piernas no lo desanimaba.
A menudo, los profesores felicitaban a su madre, ya que
podían notar que Antonio no era un chico cualquiera en el agua, sino un niño pasando
el momento más feliz de su vida.
Llegaron los 5 años.
Antonio
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