N
o es cierto que los
argentinos son los
dueños de las posiciones opuestas, y
que está en su genética la cíclica
pelea entre anverso y reverso.
No hay que ser tan ombliguistas.
Blanco y negro y Dios y el diablo
no tienen fronteras y andan por
todas...
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N
o es cierto que los
argentinos son los
dueños de las posiciones opuestas, y
que está en su genética la cíclica
pelea entre anverso y reverso.
No hay que ser tan ombliguistas.
Blanco y negro y Dios y el diablo
no tienen fronteras y andan por
todas partes.
Aunque es cierto que nuestra experiencia cuenta en sus
orígenes con aquella oposición
entre Federales y Unitarios, y entre Sarmiento y Facundo o “Civilización y barbarie”.
Y a partir de
ahí con posteriores sustituciones
históricas de los “unos” y los
“otros”.
Hubo antinomias en el tango
(Troilo y Piazzolla), en la literatura (Borges y Sábato), en el
fútbol (Menotti y Bilardo), en la
Educación (Laica o Libre) y hasta
se llegó a confrontar en automovilismo entre leales a Ford o
Chevrolet y en box entre leales a
Prada o Gatica.
En la política esta confrontación alcanzó su cenit entre
Peronismo y antiperonismo.
Es
la más grande, la más larga y
la más ilógica.
Porque la lógica
hubiera sido peronismo versus
radicalismo, o peronismo
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