DON QUIJOTE DE LA MANCHA 123
era su escudero; y, volviendo las riendas, con un penado galope llegó a la
venta, y, hallándola cerrada, la rodeó por ver si hallaba por donde entrar.
Pero
no hubo llegado a las paredes del corral, que no eran muy altas,...
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DON QUIJOTE DE LA MANCHA 123
era su escudero; y, volviendo las riendas, con un penado galope llegó a la
venta, y, hallándola cerrada, la rodeó por ver si hallaba por donde entrar.
Pero
no hubo llegado a las paredes del corral, que no eran muy altas, cuando vio el
mal juego que se le hacía a su escudero.
Vióle bajar y subir por el aire, con tanta
gracia y presteza que, si la cólera le dejara, tengo para mí que se riera.
Probó
a subir desde el caballo a las bardas, pero estaba tan molido y quebrantado,
que aun apearse no pudo, y así, desde encima del caballo, comenzó a decir
tantos denuestos y baldones a los que a Sancho manteaban, que no es posible
acertar a escribirlos; mas no por esto cesaban ellos de su risa y de su obra, ni
el volador Sancho dejaba sus quejas, mezcladas ya con amenazas, ya con ruegos; mas todo aprovechaba poco ni aprovechó, hasta que de puro cansados le
dejaron.
Trajéronle allí su asno, y, subiéndole encima, le arroparon con su
gabán.
Y la comp
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