DIMITAS ARIAS
Porque era del bahareque y porque lo apuntalaban dos palos por el costado de
abajo y un diente de tapia por el interior, no se había venido al suelo aquel
cascó de casa.
Era el techo un pelmazo gris de algo que así pudo ser
palmicho como...
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DIMITAS ARIAS
Porque era del bahareque y porque lo apuntalaban dos palos por el costado de
abajo y un diente de tapia por el interior, no se había venido al suelo aquel
cascó de casa.
Era el techo un pelmazo gris de algo que así pudo ser
palmicho como carmana, todo el constelado de parchones de musgo, de lamas
verduscas y de tal cual manojo nuevo, puesto allí por vía de remiendo.
Bardaban el caballete hasta cuatro docenas de tejas centenarias, por ente
cuyas junturas medraban el lique y asomaban mustias y enfermizas unas
matas de viravira; pendiale por un extremo, desparramándose que era un
gusto, un matorral de yerbamora fructificado además.
Era el interior una gran
sala, con un tenducho de madera en el Angulo frontero a la puerta de entrada,
el cual se cerraba como una alacena y olía a ratones y a viejo de tierra
apisonada, y con muchos hoyos y rajaduras era el suelo.
Dos ventanillos de
batientes partidos por mitad, alumbraban el local; daba el uno a la calleabajo, y
el otro, el
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