El ángel
El resonar de la lluvia de las yarumas, el lamento del guaco, los tejidos de las gurrias y los ayes
de otras aves nemorosas anuncian la tristeza de un nuevo día.
Por las juntas medio tapadas, de
aquellas chozas de vara en tierra, suspiran el...
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El ángel
El resonar de la lluvia de las yarumas, el lamento del guaco, los tejidos de las gurrias y los ayes
de otras aves nemorosas anuncian la tristeza de un nuevo día.
Por las juntas medio tapadas, de
aquellas chozas de vara en tierra, suspiran el Abrego y desputan los primeros albores.
Se siente
adentro las respiraciones fatigosas de un sueño intranquilo y el aire acre el efecto de la miseria.
Fortunata despierta sobresaltada y se despereza en su nido de harapos, como un gusano que
rompiese su capullo.
Se incorpora como fija en el otro camastro, donde duerme la madre
¡gracias a dios que aun dormía la pobrecita! No habría pasado tan mala noche…entre preses y
bostezos.
Se echa en sima los míseros vestidos .
y sale a la cocina, tiritando de frio.
Desentierra
el tizón, que ya entre las cenizas, de junta a otros carbones, y, afuera de soplos y pujidos,
consigue que levanten llamaradas.
No bien arde la leña, pone al fuego un cacharro con agua,
hoja de cordoncillo y alumbre; bájale
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