En el medio del campo, en un nido hecho de barro y paja -un poco más
grande que el del hornero- nació una noche RAMON.
Su papá, con troncos
y ramas de sauce, le preparó el primer regalito: Una cuna de sol y alegría,
que su mamá entibió con un gran manto...
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En el medio del campo, en un nido hecho de barro y paja -un poco más
grande que el del hornero- nació una noche RAMON.
Su papá, con troncos
y ramas de sauce, le preparó el primer regalito: Una cuna de sol y alegría,
que su mamá entibió con un gran manto tejido por ella, en las noches de
lluvia.
Y RAMON fue creciendo, creciendo feliz.
Acunado por los grillos y los
pájaros que se arrimaban curiosos al patio; al patio GRANDE COMO EL
CIELO donde la brisa se olvidaba entre los árboles, formando un enorme
abanico de susurros y secretos en la fresca inocencia de todo el campo
abierto.
Una mañana muy temprano, Ramón salió a caminar.
Nadie lo vio, porque estaban dormidos.
La música del amanecer lo ayudó a
hacer caminitos entre las ramas y el rocío que todavía brillaba sobre las
hojas.
Y así, fue despertando el monte con su andar.
Le gustaba caminar;
caminar lentamente sobre la alfombra húmeda de los pastos, donde las
ranitas y las lagartijas se asomaban curiosas para saludarlo y luego s
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