No Oyes Ladrar a Los Perros
por Juan Rulfo
—Tú que vas allá arriba, Ignacio, dime si no oyes alguna señal de algo o si ves alguna luz
en alguna parte.
—No se ve nada.
—Ya debemos estar cerca.
—Sí, pero no se oye nada.
—Mira bien.
—No se ve nada....
More
No Oyes Ladrar a Los Perros
por Juan Rulfo
—Tú que vas allá arriba, Ignacio, dime si no oyes alguna señal de algo o si ves alguna luz
en alguna parte.
—No se ve nada.
—Ya debemos estar cerca.
—Sí, pero no se oye nada.
—Mira bien.
—No se ve nada.
—Pobre de ti, Ignacio.
La sombra larga y negra de los hombres siguió moviéndose de arriba abajo,
trepándose a las piedras, disminuyendo y creciendo según avanzaba por la orilla del
arroyo.
Era una sola sombra, tambaleante.
La luna venía saliendo de la tierra, como una llamarada redonda.
—Ya debemos estar llegando a ese pueblo, Ignacio.
Tú que llevas las orejas de
fuera, fíjate a ver si no oyes ladrar los perros.
Acuérdate que nos dijeron que Tonaya
estaba detrasito del monte.
Y desde qué horas que hemos dejado el monte.
Acuérdate,
Ignacio.
—Sí, pero no veo rastro de nada.
—Me estoy cansando.
—Bájame.
El viejo se fue reculando hasta encontrarse con el paredón y se recargó allí, sin soltar
la carga de sus hombros.
Aunque se le
Less