Un Día de Estos
por Gabriel García Márquez
El lunes amaneció tibio y sin lluvia.
Don Aurelio Escovar, dentista sin título y buen
madrugador, abrió su gabinete a las seis.
Sacó de la vidriera una dentadura postiza
montada aún en el molde de yeso y puso...
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Un Día de Estos
por Gabriel García Márquez
El lunes amaneció tibio y sin lluvia.
Don Aurelio Escovar, dentista sin título y buen
madrugador, abrió su gabinete a las seis.
Sacó de la vidriera una dentadura postiza
montada aún en el molde de yeso y puso sobre la mesa un puñado de instrumentos que
ordenó de mayor a menor, como en una exposición.
Llevaba una camisa a rayas, sin
cuello, cerrada arriba con un botón dorado, y los pantalones sostenidos con cargadores
elásticos.
Era rígido, enjuto, con una mirada que raras veces correspondía a la situación,
como la mirada de los sordos.
Cuando tuvo las cosas dispuestas sobre la mesa rodó la fresa hacia el sillón de resortes y
se sentó a pulir la dentadura postiza.
Parecía no pensar en lo que hacía, pero trabajaba con
obstinación, pedaleando en la fresa incluso cuando no se servía de ella.
Después de las ocho hizo una pausa para mirar el cielo por la ventana y vio dos gallinazos
pensativos que se secaban al sol en el caballete de la casa
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