El Décimo
por Emilia Pardo Bazán
¿La historia de mi boda?
Óiganla ustedes; no deja de ser rara.
Una escuálida chiquilla de pelo greñoso, de raído mantón, fue la que me vendió el
décimo de billete de lotería, a la puerta de un café a las altas horas de la...
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El Décimo
por Emilia Pardo Bazán
¿La historia de mi boda?
Óiganla ustedes; no deja de ser rara.
Una escuálida chiquilla de pelo greñoso, de raído mantón, fue la que me vendió el
décimo de billete de lotería, a la puerta de un café a las altas horas de la noche.
Le di de
prima una enorme cantidad, un duro.
¡Con qué humilde y graciosa sonrisa recompensó
mi largueza!
-Se lleva usted la suerte, señorito -afirmó con la insinuante y clara pronunciación de las
muchachas del pueblo de Madrid.
-¿Estás segura? -le pregunté, en broma, mientras deslizaba el décimo en el bolsillo del
gabán entretelado y subía la chalina de seda que me servía de tapabocas, a fin de
preservarme de las pulmonías que auguraba el remusguillo barbero de diciembre.
-¡Vaya si estoy segura! Como que el décimo ese se lo lleva usted por no tener yo
cuartos, señorito.
El número.
.
.
ya lo mirará usted cuando salga.
.
.
es el mil cuatrocientos
veinte; los años que tengo, catorce, y los días del mes que tengo sobre los a
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