Cristina Ponce
JAIME GIL DE BIEDMA
Hace una poesía que evita constantemente el surrealismo y busca la contemporaneidad y la
racionalidad a toda costa a través de un lenguaje coloquial.
Intento formular mi experiencia de la guerra
Fueron, posiblemente,
los...
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Cristina Ponce
JAIME GIL DE BIEDMA
Hace una poesía que evita constantemente el surrealismo y busca la contemporaneidad y la
racionalidad a toda costa a través de un lenguaje coloquial.
Intento formular mi experiencia de la guerra
Fueron, posiblemente,
los años más felices de mi vida,
y no es extraño, puesto que a fin de cuentas
no tenía los diez años.
Las víctimas más tristes de la guerra
los niños son, se dice.
Pero también es cierto que es una bestia el niño:
si le perdona la brutalidad
de los mayores, él sabe aprovecharla,
y vive más que nadie
en ese mundo demasiado simple,
tan parecido al suyo.
Para empezar, la guerra
fue conocer los páramos con viento,
los sembrados de gleba pegajosa
y las tardes de azul, celestes y algo pálidas,
con los montes de nieve sonrosada a lo lejos.
Mi amor por los inviernos mesetarios
es una consecuencia
de que hubiera en España casi un millón de muertos.
A salvo de los pinares
-pinares de la Mesa, del Rosal, del Jinete!-,
el miedo y el desorden de
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