Ciprés en el jardín
Hay una pregunta.
Anda por ahí.
Algunos, con cierta frecuencia y buscando develar el eterno
problema del “fracaso argentino” o la “decadencia argentina”, recurren a ella.
“¿Por qué si en la
Argentina hubiera treinta o cuarenta...
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Ciprés en el jardín
Hay una pregunta.
Anda por ahí.
Algunos, con cierta frecuencia y buscando develar el eterno
problema del “fracaso argentino” o la “decadencia argentina”, recurren a ella.
“¿Por qué si en la
Argentina hubiera treinta o cuarenta millones de japoneses en lugar de treinta o cuarenta millones
de argentinos éste sería un gran país?” El supuesto de la pregunta es que Japón es un gran país y
que hay algo en los japoneses (que no hay en los argentinos) que hizo esa grandeza posible.
Toda
grandeza expresa el éxito de un proyecto.
Japón, así, sería un país exitoso.
La Argentina, un país
fracasado.
Lo que mide el éxito es el desarrollo económico.
La incorporación inapelable, poderosa
de la técnica, de la ciencia y de la voluntad capitalista de dominar, someter la naturaleza en
beneficio del incesante crecimiento de la rentabilidad de ese sistema.
No hay duda: si el éxito es
eso, Japón lo ha hecho.
Vayamos al centro de la cuestión: Tokio.
Es el espacio del vértigo
alu
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