A TI, DIOS
Pero a ti Dios, ¿con qué te aplacaremos?
Mi sed eras tú; tú fuiste mi amor perdido,
mi casa rota, mi vida trabajada
y la casa y la vida
de tantos hombres como yo a la deriva
en el naufragio de un país.
Levantados de naipes,
unos tras otros
iban...
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A TI, DIOS
Pero a ti Dios, ¿con qué te aplacaremos?
Mi sed eras tú; tú fuiste mi amor perdido,
mi casa rota, mi vida trabajada
y la casa y la vida
de tantos hombres como yo a la deriva
en el naufragio de un país.
Levantados de naipes,
unos tras otros
iban cayendo mis pobres paraísos.
¿Movió tu mano el aire que fuera derribándolos
y tras ellos,
en el profundo abatimiento,
en el hondo vacío,
se alza al fin ante mí,
la nube que oculta tu presencia?
No golpees airado mi cuerpo con tu rayo;
si el amor no eres tú,
¿quién lo será en tu mundo?
Compadécete al fin, escucha este murmullo
que ascendiendo llega como una ola
al pie de tu divina indiferencia.
Mira las tristes piedras que llevamos
ya sobre nuestros hombros
para enterrar tus dones:
la hermosura, la verdad, la justicia,
cuyo afán imposible
tú sólo eres capaz de infundir en nosotros,
si ellas murieran hoy,
de la memoria tú te borrarías
como un sueño remoto
de los hombres que fueron.
Luis Cernuda
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