La tortuga.
(León Tolstoi)
En una ocasión en que fuimos de caza con Milton, al llegar al bosque él irguió las
orejas y la cola y principió a olfatear.
Me imaginé que había encontrado el rastro
de una liebre o un faisán y alisté mi escopeta.
Pero lo raro...
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La tortuga.
(León Tolstoi)
En una ocasión en que fuimos de caza con Milton, al llegar al bosque él irguió las
orejas y la cola y principió a olfatear.
Me imaginé que había encontrado el rastro
de una liebre o un faisán y alisté mi escopeta.
Pero lo raro fue que Milton no entró
en el bosque y continuó por el campo abierto.
Lo seguí con bastante curiosidad.
De repente vi que una tortuga avanzaba todo lo rápido que se lo permitían sus
patas cortas.
Alargaba el cuello, y la pequeña cabeza se asemejaba al badajo de
una campanilla.
Apenas percibió la presencia del perro, se hundió en la hierba, recogiendo la
cabeza y las patas dentro del caparazón.
Milton la encontró de inmediato y
comenzó a mordisquearla, irritándose al descubrir que sus dientes no lograban
traspasarla.
En efecto, era imposible que lo hiciera, ya que las tortugas están
provistas de una coraza como las armaduras de los caballeros medievales, que
también les protege el pecho.
Esta coraza tiene orificios por los que
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