por Tomás Loyola Barberis
“La duda puede ser un lazo tan poderoso y sostenedor como la certeza” (Padre Flynn)
“Imaginen el aislamiento.
Ves el mundo como por una ventana.
De un lado del vidrio,
gente contenta; y, del otro lado, estás tú”.
Así de tajante...
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por Tomás Loyola Barberis
“La duda puede ser un lazo tan poderoso y sostenedor como la certeza” (Padre Flynn)
“Imaginen el aislamiento.
Ves el mundo como por una ventana.
De un lado del vidrio,
gente contenta; y, del otro lado, estás tú”.
Así de tajante suena Philip Seymour
Hoffman en su primera intervención en La duda (Doubt, John Patrick Shanley, 2008)
como el padre Flynn.
Y es que las ventanas han dividido el mundo en base a lo que
Derrida quizás no dudaría en llamar pares opuestos: el interior y el exterior, ricos y
pobres, la realidad y la fantasía.
De la misma forma, la película de J.
P.
Shanley se basa
en esas contraposiciones: la tradición opuesta a la modernidad, la verdad de uno en
contra de la del otro, la rigidez contra la relajación de las costumbres.
Todo parece
tener un referente enfrentado.
Teniendo en cuenta dicha estructura, el juego que ofrecen las ventanas en la cinta
basada en la homónima obra de teatro es definitivo: a través de ellas los personajes
puede
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