Fantasía En Peligro A sus agujeros, nidos y madrigueras se dirigían todos los animales del Bosque de Haule. Era medianoche, y en las copas de los viejísimos y gigantescos árboles rugía un viento tempestuoso. Los troncos, gruesos como torres, rechinaban y...
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Fantasía En Peligro A sus agujeros, nidos y madrigueras se dirigían todos los animales del Bosque de Haule. Era medianoche, y en las copas de los viejísimos y gigantescos árboles rugía un viento tempestuoso. Los troncos, gruesos como torres, rechinaban y gemían. De pronto, un resplandor suave cruzó en zig-zag por el bosque, se quedó temblando aquí o allá, levantó el vuelo, se posó en una rama y se apresuró a continuar. Era una esfera luminosa, aproximadamente del tamaño de una pelota, que daba grandes saltos, rebotaba de vez en cuando en el suelo y volvía a flotar en el aire. Pero no era una pelota. Era un fuego fatuo. Y se había extraviado. Un fuego fatuo infatuado, lo que resulta bastante raro, incluso en Fantasía. Normalmente son los fuegos fatuos los que hacen que otros se infatúen. En el interior del redondo resplandor se veía una figura pequeña y muy viva, que saltaba y corría a más no poder. No era un hombrecito ni una mujercita, porque esas diferencias no existen entre los fueg
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