Me despierto envuelto en la oscuridad de la habitación.
El cuerpo sudoroso.
El alma
excitada, inquieta por los recientes oníricos sucesos que parecen desvanecerse con
dificultad, como la niebla matinal se disipa, enrevesada, mostrándose en resistentes...
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Me despierto envuelto en la oscuridad de la habitación.
El cuerpo sudoroso.
El alma
excitada, inquieta por los recientes oníricos sucesos que parecen desvanecerse con
dificultad, como la niebla matinal se disipa, enrevesada, mostrándose en resistentes
jirones, con la llegada de los primeros rayos de sol, teñida de tonalidades tenues,
imprecisas, pero indócil ante su cometido que ha llegado al final.
Pero esos colores que
hoy predominan, son colores tenebrosos, grises, oscuros.
Al fin algo me ha arrancado de
la pesadilla que me ha llenado de esa inquieta sensación, de una incertidumbre que
parecía no encontrar fín, sin nadie que me rescatase de sus férreas garras.
Ahora mi alma va serenándose, adquiriendo la impávida certeza de que todo
había terminado, la pesadilla que se ha esfumado y oígo la sosegada respiración de
Marga a mi lado, compartiendo almohada que huele a costumbre.
Tapada por sábanas
de rutina y cobertor de hábito repetido hasta la saciedad.
Todo empieza por unos so
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