SECRETO A VOCES
Mónica Lavín
Seguramente alguien ya lo había leído.
Irene no lo encontró en su mochila, donde a veces lo traía con el
temor de que en su casa su hermano lo abriera.
El diario no tenía llave, así que lo sujetaba con una liga a la
que...
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SECRETO A VOCES
Mónica Lavín
Seguramente alguien ya lo había leído.
Irene no lo encontró en su mochila, donde a veces lo traía con el
temor de que en su casa su hermano lo abriera.
El diario no tenía llave, así que lo sujetaba con una liga a la
que colocaba una pluma –del plumero- con la curva hacia el lomo de la libreta de esa manera, cualquier
cambio en la colocación de la pluma, delataba una intromisión.
Nunca pensó que en la escuela alguien se
atrevería a sacarlo de su mochila.
Se acordó de la tía Beatriz con rabia, ¡Cómo se le había ocurrido regalárselo! “A mí me dieron un diario a los
15 años, así es que decidí hacer lo mismo contigo”.
Deseó no haber tenido nunca ese libro de tapas de piel
roja.
Ahora estaba circulando por el salón, quién sabe por cuántas manos, por cuántos ojos; miró de soslayo,
sin atreverse a un franco recorrido de las caras de sus compañeros que resolvían sus problemas de
trigonometría.
Temía toparse con alguna mirada burlona, poseedora de sus pensamie
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