Yo fui también un vagabundo especial, como se habrá visto, porque sabía que algún día mis esfuerzos literarios tendrían por recompensa la protección social. No era un vagabundo auténtico, pues sólo tenía la esperanza secreta y eterna de dormir en los...
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Yo fui también un vagabundo especial, como se habrá visto, porque sabía que algún día mis esfuerzos literarios tendrían por recompensa la protección social. No era un vagabundo auténtico, pues sólo tenía la esperanza secreta y eterna de dormir en los furgones vacíos que van del Salinas Valley, en el cálido sol de enero, lleno de Dorada Eternidad, hacia San José, donde algún veterano le mira a uno sarcásticamente le ofrece algo de comer y beber, junto a las vías o en el Arroyo de Guadalupe.
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