AROMA DE VIDA
Gigyan asomó su rostro para percibir el aliento del amanecer.
Sus mejillas
fueron las primeras en descubrir las bajas temperaturas, pero se negaba a
abandonar la pequeña terraza y dejar de notar la baldosa húmeda por el
rocío bajo sus...
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AROMA DE VIDA
Gigyan asomó su rostro para percibir el aliento del amanecer.
Sus mejillas
fueron las primeras en descubrir las bajas temperaturas, pero se negaba a
abandonar la pequeña terraza y dejar de notar la baldosa húmeda por el
rocío bajo sus pies desnudos.
Durante un instante a su mente acudieron los
recuerdos, las risas infantiles y los juegos inventados en los bajos de un
bloque de viviendas.
Desechó cualquier sentimiento de tristeza, sin
embargo la nostalgia había sido una dura rival y después de una larga lid
había ganado, siendo la causante de su estado de ánimo.
De forma inconsciente comenzó a mover sus piernas en un intento de
relajar los músculos.
El sol no tardaría en brindar los primeros rayos y
acariciar con su aliento templado un cuerpo apenas cubierto con una
camiseta larga.
Merecía la pena esperar, sí.
Merecía la pena ver el último
amanecer en aquella ciudad dónde había aprendido a construir sus sueños,
a volar, a expresar las necesidade
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