A la Deriva
de Horacio Quiroga
El hombre pisó algo blanduzco, y enseguida sintió la mordedura en el pie.
Saltó adelante, y al
volverse con un juramento vio una yararacusú que arrollada sobre sí misma, esperaba otro
ataque.
El hombre echó una veloz ojeada...
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A la Deriva
de Horacio Quiroga
El hombre pisó algo blanduzco, y enseguida sintió la mordedura en el pie.
Saltó adelante, y al
volverse con un juramento vio una yararacusú que arrollada sobre sí misma, esperaba otro
ataque.
El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban
dificultosamente, y sacó el machete de la cintura.
La víbora vio la amenaza, y hundió más la
cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayó de plano, dislocándole las
vértebras.
El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un instante
contempló.
Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba a invadir todo el
pie.
Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.
El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre
sintió dos o tres fulgurantes puntadas que, como relámpagos habían irradiado desde la herida
hasta la mitad de la pantorrilla.
M
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