La habitación del bebé
Llegaron abatidos del cementerio después de enterrar a su hijito en un
ataúd pequeño y blanco.
Millones de lágrimas cruzaron sus caras y
resquebrajaron su corazón para siempre.
“Era un angelito y se ha ido con
Dios”, les había...
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La habitación del bebé
Llegaron abatidos del cementerio después de enterrar a su hijito en un
ataúd pequeño y blanco.
Millones de lágrimas cruzaron sus caras y
resquebrajaron su corazón para siempre.
“Era un angelito y se ha ido con
Dios”, les había dicho, piadosa, la tía Enriqueta.
Al sentarse en el sofá escucharon un llanto infantil a través del escucha
del bebé.
La madre rompió a llorar sin posible consuelo.
El padre trató, sin
éxito, de explicarle los misterios de los aparatos mal apantallados y las voces
que se suelen filtrar en ellos.
La explicación racional se desvaneció cuando cruzó el umbral de la
puerta un ser que hedía a tierra en descomposición y balbuceaba “Pa-pá”…
“Ma-má”…
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