El placer de vagabundear
"Los extraordinarios encuentros de la calle".
Por Roberto Arlt
Comienzo por declarar que creo que para vagabundear se necesitan excepcionales
condiciones de soñador.
Ya lo dijo el ilustre Macedonio Fernández: "No toda es...
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El placer de vagabundear
"Los extraordinarios encuentros de la calle".
Por Roberto Arlt
Comienzo por declarar que creo que para vagabundear se necesitan excepcionales
condiciones de soñador.
Ya lo dijo el ilustre Macedonio Fernández: "No toda es vigilia la
de los ojos abiertos".
Digo esto porque hay vagos, y vagos.
Entendámonos: entre el "crosta" de botines
destartalados, pelambre mugrienta y enjundia con más grasa que un carro de
matarife, y el vagabundo bien vestido, soñador y escéptico, hay más distancia que
entre la Luna y la Tierra.
Salvo que ese vagabundo se llame Máximo Gorki, o Jack
London, o Richepin.
Ante todo, para vagabundear hay que estar por completo despojado de prejuicios, y
luego ser un poquitín escéptico, escéptico como esos perros que tienen mirada de
hambre, y que cuando los llaman menean la cola, pero en vez de acercarse se alejan,
poniendo entre su cuerpo y la humanidad una considerable distancia.
Claro está que nuestra ciudad no es de
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