CASA TOMADA
JULIO CORTÁZAR
Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más
ventajosa liquidación de sus materiales), guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno,
nuestros padres y...
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CASA TOMADA
JULIO CORTÁZAR
Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más
ventajosa liquidación de sus materiales), guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno,
nuestros padres y toda la infancia.
Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura, pues en esa casa podían vivir
ocho personas sin estorbarse.
Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las
once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina.
Almorzábamos a
mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos pocos platos sucios.
Nos
resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para
mantenerla limpia.
A veces llegamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos.
Irene rechazó dos
pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos.
Entramos
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