No.
6- agosto 2011
No es viejo aquel que pierde su cabello o su última muela, sino su última
esperanza.
No es viejo, el que lleva en su corazón el amor siempre
ardiente.
No es viejo el que mantiene su fe en sí mismo, ni el que vive
sanamente alegre,...
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No.
6- agosto 2011
No es viejo aquel que pierde su cabello o su última muela, sino su última
esperanza.
No es viejo, el que lleva en su corazón el amor siempre
ardiente.
No es viejo el que mantiene su fe en sí mismo, ni el que vive
sanamente alegre, convencido de que para el corazón puro no hay
edad.
Elcuerpoenvejece,peronolaactividadcreadoradelespíritu.
Para el profano la ancianidad es invierno; para el sabio es la
estación de la cosecha.
El crepúsculo de la vida trae consigo su
propia lámpara.
Hay una primavera que no vuelve jamás y otra
que es eterna; la primera es la juventud del cuerpo, la segunda es
lajuventuddelalma.
Cuando una noble vida ha preparado la vejez, no es la decadencia
lo que ésta recuerda: son los primeros destellos de la
inmortalidad.
Es estupendo ver un viejo que asume la segunda
parte de su vida con tanto coraje e ilusión como la primera.
Para
ello tendrá que empezar por aceptar que el sol del atardecer es
tanimportantecomoeldelamaneceryelmediodía,aunques
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