Embargo
José Saramago
Se despertó con la sensación aguda de un sueño degollado y vio delante de sí la
superficie cenicienta y helada del cristal, el ojo encuadrado de la madrugada que
entraba, lívido, cortado en cruz y escurriendo una transpiración...
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Embargo
José Saramago
Se despertó con la sensación aguda de un sueño degollado y vio delante de sí la
superficie cenicienta y helada del cristal, el ojo encuadrado de la madrugada que
entraba, lívido, cortado en cruz y escurriendo una transpiración condensada.
Pensó que
su mujer se había olvidado de correr las cortinas al acostarse y se enfadó: si no
consiguiese volver a dormirse ya, acabaría por tener un día fastidiado.
Le faltó sin
embargo el ánimo para levantarse, para cubrir la ventana: prefirió cubrirse la cara con la
sábana y volverse hacia la mujer que dormía, refugiarse en su calor y en el olor de su
pelo suelto.
Estuvo todavía unos minutos esperando, inquieto, temiendo el insomnio
matinal.
Pero después le vino la idea del capullo tibio que era la cama y la presencia
laberíntica del cuerpo al que se aproximaba y, casi deslizándose en un círculo lento de
imágenes sensuales, volvió a caer en el sueño.
El ojo ceniciento del cristal se fue
azulando poco a poco, mirando fijamen
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