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DIOBIS Y EL SPLEEN DEL CRÍMEN
César Seco
Te cercaré y te mataré
con el soplo de todas las cosas
De ti no quedará ni el humito
Víctor Valera Mora
Se perseguían como persiguen los tigres a su presa.
Se buscaban por los sitios más
apartados de Coro y de la...
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DIOBIS Y EL SPLEEN DEL CRÍMEN
César Seco
Te cercaré y te mataré
con el soplo de todas las cosas
De ti no quedará ni el humito
Víctor Valera Mora
Se perseguían como persiguen los tigres a su presa.
Se buscaban por los sitios más
apartados de Coro y de la Sierra.
Se emboscaban, se le atravesaban en el camino al enemigo y
ahí mismo lo dejaban tendido, acribillado.
Matrosos, les decían.
El país no había tenido noticia
de tanta muerte desde las guerras aquellas que se inventaban los caudillos.
Familias enteras
que se anulaban fraticidas.
Los Urbina, los Bravo, los Hernández, los Montenegro.
El odio pedía
sangre y ellos se la daban.
Se cobraba venganza por honor, por no darle la oportunidad al otro
de irse a burlar en la cantina.
Se ensañaban con el enemigo hasta barrerlos a tiros o
despedazarlos a machetazos como lo perpetraban en cangilones y quebradas, en algún punto
de la carretera vieja o de la nueva, entre Churuguara y Cumarebo, donde los asesinos se
enconchaban para que el
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